El 28 de febrero Cristina Enea Fundazioa organizó una presentación de libro en Kaxilda en la que participó Antonio Casado, integrante de Aktiba-IT, junto al especialista en agroecología Marc Badal. Entre el público asistente no faltaron colegas de Filosofía, Arquitectura y Artes. El motivo fue un libro escrito en 1862, publicado por primera vez en 1993 como resultado de la tesis doctoral de Bradley P. Dean, y traducido finalmente por Esther Cruz para la editorial Pepitas este año.
En su intervención, Antonio destacó la labor del editor Brad Dean, con quien trabajó en el Thoreau Institute durante el año 1999, y la calidad literaria del texto, con una visión de la naturaleza que hoy nos parece muy contemporánea: relacional y nada estática, centrada en la reproducción, el movimiento y la interacción de las especies entre sí y con su entorno.
Es un texto “de descubrimiento, no de combate”, como explicó Badal, en el que Henry David Thoreau describe su investigación sobre la sucesión de los especies y su interdependencia con el ecosistema, algo que en su tiempo sólo Darwin estaba comenzando a entender. Entre sus páginas y las hermosas ilustraciones de Abigail Rorer pueden encontrarse algunas pepitas de oro para quienes admiran al Thoreau no sólo científico sino también al filosófico:
“El valor de esos frutos silvestres no está en su mera posesión o en su ingesta, sino en la posibilidad de verlos y disfrutar de ellos. La derivación misma de la palabra ‘fruto’ es lo que sugiere. El término viene del latín fructus, que significa ‘lo que se usa o disfruta’. De no ser así, salir a recoger bayas e ir a un mercado serían experiencias casi sinónimas. Por supuesto, es el espíritu con el que se haga algo lo que convertirá esa actividad en una experiencia interesante, ya sea barrer una habitación o coger nabos.” (231)
“Un hombre [sic] recibe únicamente lo que está dispuesto a recibir, ya sea en un plano físico, intelectual o moral […]. Escuchamos y asimilamos únicamente lo que sabemos a medias […]. Así, el hombre lo que hace es rastrearse a sí mismo a lo largo de su vida, en todo lo que escucha, lee, observa y recorre. Sus observaciones crean una cadena. El fenómeno o el hecho que en ningún modo pueda vincularse con el resto de lo que haya observado, eso no lo observará.” (30)
“Si bien no creo que una planta pueda brotar allí donde semilla no ha habido, sí tengo mucha fe en la semilla. Convénceme de que guardas una semilla y estaré preparado para esperar el milagro.” (16)
“Si un hombre [sic] es rico y fuerte en algún lugar, ha de ser en su tierra natal. Aquí he estado estos cuarenta años, aprendiendo el idioma de estos campos para saber expresarme mejor. Si viajase a las praderas, las entendería mucho menos, y mi vida pasada me serviría de apenas nada para describirlas. Muchas son aquí las hierbas que significan más para mí en la vida de lo que supondrían los grandes árboles de California si hubiese de viajar allí.” (14)
“La consecuencia de toda esta actividad de animales y elementos a la hora de transportar las semillas es que la superficie de la tierra, en casi todas sus partes, está llena de semillas o de raíces vivaces de plántulas de diversos tipos, y en algunos casos, seguramente se desentierren semillas de debajo de la superficie que aún conserven su vitalidad. La tierra misma es un granero y un seminario, de modo que, para algunas mentes, su superficie equivale a la cutícula de una gran criatura viva.” (196)