La tecnocracia europea: un análisis crítico en Tabakalera

El 30 de noviembre de 2024, en la Sala Z de Tabakalera, se celebró un taller internacional que profundizó en una pregunta provocadora: ¿Es Europa realmente una tecnocracia? El evento reunió a expertas y expertos, administración pública y agentes políticos e institucionales para examinar las complejas dinámicas entre el conocimiento técnico, la democracia y la gobernanza europea.

La complejidad de la gobernanza europea

Europa se presenta hoy como un espacio internacional caracterizado por su imprecisión y ambigüedad. La estructura de gobernanza actual es un entramado complejo de niveles múltiples: municipal, regional, estatal y europeo. La Unión Europea se configura más como una confederación que como un estado federal tradicional, con el Consejo adquiriendo un papel cada vez más preponderante en la negociación intergubernamental.

Experticia y poder decisional

Un tema central del taller fue el rol de la experticia en la toma de decisiones. Se destacó cómo expertas y expertos interpretan y dan contenido a las obligaciones estatales, actuando en un espacio delicado entre la autoridad estatal y la asesoría técnica. Sin embargo, se enfatizó que el Estado sigue siendo el soberano en términos democráticos, con la responsabilidad final de elegir el mejor camino.

Desafíos democráticos

La tecnocracia europea se presenta como un modelo de «alta calidad», pero no exenta de problemas. Dos tercios de la legislación que afecta a la ciudadanía proviene de Europa, pero existe una creciente desconexión emocional. El «demos» europeo es más débil que los sentimientos nacionales, y se observa una preocupante tendencia hacia el populismo y el autoritarismo.

El caso de Euskadi

Para naciones o regiones como el País Vasco, la participación europea es particularmente desafiante. Con solo tres millones de habitantes en una Europa de quinientos millones, la representación se vuelve compleja. El Comité de las Regiones carece de poder legislativo real, y la composición de la Comisión Europea muestra signos preocupantes, con un ascenso de fuerzas críticas y de extrema derecha.

Retos globales y perspectivas futuras

Europa enfrenta múltiples desafíos: transiciones tecnológicas, seguridad energética, y la necesidad de autonomía frente a potencias como China y Estados Unidos. El continente se encuentra tecnológicamente rezagado, con inversiones que migran hacia Estados Unidos, en un mundo cada vez más hostil a los intereses europeos.

La tecnocracia europea no es un modelo perfecto, pero representa un esfuerzo único por gobernar la complejidad manteniendo principios democráticos. El desafío para el futuro será recuperar la conexión emocional de la ciudadanía con este proyecto común, explicando y defendiendo positivamente una estructura que, a pesar de sus limitaciones, busca soluciones colectivas en un mundo cada vez más interconectado.

Europa en la encrucijada: más allá de la tecnocracia

Tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, en 1950, Europa tomó una decisión estratégica: construir un proyecto común alejado de las confrontaciones ideológicas tradicionales. La reconstrucción se enfocó en aspectos prácticos fundamentales: reconstruir infraestructuras, asegurar la alimentación mediante un mercado común y prevenir futuros conflictos a través de la gestión compartida de recursos estratégicos como el carbón, el acero y la energía atómica.

Este enfoque pragmático dio origen a un modelo de gobernanza tecnocrática, concebido originalmente como una alternativa virtuosa a la política tradicional. La tecnocracia se presentaba como un comportamiento basado en el rigor, el conocimiento y la profesionalidad, buscando alejar la toma de decisiones de la confrontación partidista diaria.

Un trilema político contemporáneo

Sin embargo, el desarrollo de esta visión tecnocrática generó tensiones complejas. No se trata de un simple dilema entre democracia y experticia, sino de un trilema con tres polos dinámicos:

  1. La profesionalidad política democrática
  2. La tecnicidad experta
  3. El polo populista que apela directamente al pueblo

Estos polos interactúan constantemente, generando alianzas cambiantes y estrategias políticas novedosas.

La relación entre política y experticia ha experimentado transformaciones significativas. Si antes el sistema político podía permitirse culpar al sistema de experticia para ganarse el favor popular, ante el ascenso de la ultraderecha ahora buscan su apoyo ante problemas complejos. Un ejemplo paradigmático es el de Mario Draghi, donde la política recurre a figuras técnicas para impulsar iniciativas difíciles.

La opinión pública europea: una realidad compleja

Los datos revelan una percepción ciudadana matizada. Un estudio de IPSOS muestra que la población europea reconoce la necesidad de unidad ante desafíos globales como la guerra, las migraciones o la seguridad energética. Curiosamente, incluso las y los votantes de partidos populistas no son tan antieuropeos como se podría pensar.

Un elemento crucial es la transformación de cómo se configura la opinión pública. Ya no depende exclusivamente de los medios tradicionales, sino de una multiplicidad de plataformas digitales que diversifican la percepción de la realidad.

Conclusión: un proyecto en construcción

El taller reveló la tensión fundamental entre eficacia y democracia. Aunque existe la tentación de buscar soluciones rápidas mediante el recurso a «hombres fuertes», se subrayó que la democracia no es un medio, sino un fin en sí misma. La complejidad requiere paciencia, transparencia y un compromiso renovado con los principios democráticos.

Europa se encuentra en una encrucijada de madurez, debiendo decidir su identidad futura. Los retos son múltiples:

  • Fragmentación parlamentaria
  • Debilitamiento de la socialdemocracia
  • Incremento de presupuestos de defensa
  • Complejidad de las dinámicas migratorias
  • Redefinición de prioridades (de agenda verde a competitividad industrial)

La Europa actual es un proyecto deliberativo en permanente construcción. Requiere experticia, paciencia democrática y la capacidad de pensar en marcos amplios y plazos largos. No se trata de un modelo perfecto, sino de un experimento continuo de gobernanza multinivel que busca soluciones colaborativas a problemas cada vez más complejos. El desafío está en mantener el equilibrio entre la eficacia técnica y la legitimidad democrática, sin caer en los extremos del tecnocratismo cerrado o del populismo reaccionario.